miércoles, 17 de octubre de 2012

θάνατος μέν θεών εχθισνους βροτοις

"Presentiment - is that long Shadow - on the Lawn
Indicative that Suns go down - 

The Notice to the startled Grass
That Darkness - is about to pass - "

Emily Dickinson, J 764


"Sabemos adónde vamos y de dónde venimos. Entre dos oscuridades un relámpago.
Y allí, en la súbita iluminación un gesto, un único gesto una mueca más bien, iluminada por una luz de estertor.

Pero no nos engañemos, no nos crezcamos. Con humildad,
con tristeza, con aceptación, con ternura,
acojamos esto que llega..."

Vicente Aleixandre, "Historia del corazón"


"Y nadie nace sabiendo,
nace sabiendo
que morir también es ley
de vida"


Jorge Drexler, "Sanar"


Si hay algo de lo que no soy capaz es de enfrentar la pérdida. La muerte para mi sigue siendo algo que me aterroriza. Es más que la curiosidad existencial de Emily Dickinson, no solo viene acompañada de una angustia y un dolor insostenibles sino también de un terror profundo.

La providencia me hizo fuerte en muchos aspectos. Suelo ser independiente y trato siempre de obrar como corresponde, más allá del dolor que esto acarree. Pero no estoy acostumbrada a lo imprevisto, a lo que está fuera de mi control, a pensar que alguien a quien amo puede sencillamente dejar de estar presente.

Supongo que nadie está acostumbrado. Pero me refiero a que muchas veces doy por sentado que quienes me rodean van a acompañarme en este viaje hasta que culmine. Y me abandono a otros placeres o a otras rutinas que apuntan a un futuro (o no). Por lo general, soy una persona ocupada. Privilegio el estudio, las obligaciones... o malgasto mi tiempo con quienes no retribuyen lo que les doy. Me olvido de aquellos que están y estuvieron siempre, los que me vieron llorar, los que me dieron una mano para levantarme.

Mi primer experiencia con la muerte fue indirecta, ni siquiera me tocó verla cara a cara, enfrentar un dolor propio. Y sin embargo, cuánto dolor enfrenté... y fue un dolor sin consuelo, sin palabras de aliento. Fue un dolor callado, vedado por otro dolor más importante.


Los recuerdos de ese momento están como aplacados en mi memoria. Recuerdos zombies. Recuerdos de nudos en la garganta, de incertidumbre, sobre todo de impotencia. Es extraño teniendo en cuenta que ni siquiera pasó un año de estos acontecimientos.

Hace una semana internaron a mi nono. No, todavía no se fue, lo tenemos con nosotros. No, no creo que todavía haya llegado la ocasión de que se vaya. Pero lo tomé como un llamado de atención. Fue como la sentencia espantosa, mi nono no es eterno. Mi nonito... sí, venía desmejorado, venía con una enfermedad destinada a empeorarse, venía deprimido, llorando por las noches antes de dormir, pero el martes pasado fue un quiebre. 

A veces lo horrible es no haber sabido que Ella podía arrebatartelo, sin la posibilidad de, siquiera, despedirse. Otras veces es sufrir un poquito cada día, contando las horas y queriendo dejar todo para aprovechar cada momento. Para mi empezó una cuenta regresiva, yo se que nunca va a ser igual. Mi vida (mi vida, qué insignificante) solo tiene sentido si puedo devolverle algo de alegría en esta última etapa. 


Se que no falta mucho, o que falta menos, o al menos la diferencia es que ahora tengo presente que, en algún momento, más tarde o más temprano, no voy a poder pensar que él está. Ahí, quieto, estático, débil, pero está. Leyendo sus libritos de tango, contando sus anécdotas, discutiendo con la Cho. Para mí, en este momento, saber que está resulta un consuelo enorme, a pesar de ser consciente de que no va a recobrar la plenitud de antaño ni su lucidez. Aun me tranquiliza escucharlo, así sea hablando de unas estadías en la cárcel que jamás transcurrieron, de calles imaginarias que se trazan en una confusión de vidas presentes y pasadas. Así sea confundiendo los nombres de sus propias hijas y los parentezcos que las unen a él. Así sea haciendo reflexiones acerca de la vejez y la falta de tiempo que me rompen el corazón. Así sea hablando de la Chacarita y de cómo no consiguieron el ataúd, en una especie de metáfora que, para él, explica por qué sigue aca. Yo se que él se está preparando, o que ya está preparado para transitar el trecho, más breve que prolongado, que lo separa de la trascendencia. Pero nosotros... ¿Estamos preparados? ¿Somos capaces de dejarlo ir, de guardarlo solo en nuestra memoria?

Solo pido una cosa: poder agarrar tu mano cuando sea la hora de, "Con humildad, con tristeza, con aceptación, con ternura" acojer esto que llega.

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